|
EL DUELO
Ana Miren Sierra
Charola
|
Departamento de
Prevención de Mutua
MAZ.
|
Cualquier cuestión que
representa un momento de
gran impacto emocional,
vinculado con el ciclo de la
vida, es decir con
implicaciones en asuntos de
vida y/ o muerte, tienen que
ver con procesos de duelo o
estrés post traumático.
Perder el empleo, sobrevivir
a un desastre natural,
sufrir un accidente de
tráfico, o de trabajo,
padecer una amputación,
pasar por una enfermedad
grave, enfrentarse con un
trasplante, experimentar un
acto de violencia, etc.
también son acontecimientos
que ocasionan idénticos
estados. A pesar de las
tragedias, también pueden
existir
determinadas personas
que experimentan felicidad
por el simple hecho de
encontrarse con vida.
Sentimientos de indefensión,
ansiedad, profunda tristeza
o melancolía, rabia, estados
puntuales de agresividad,
sentirse aturdido, momentos
de impotencia, e incluso
incapacidad para mostrar
estados emocionales, cursan
como
posibles reacciones
ante sucesos dolorosos.
En general, la sociedad
occidental no está
culturalmente preparada como
la oriental en la
comprensión de estos
procesos desde la vertiente
más profunda y espiritual,
donde se
asocian con la idea
de transformación,
oportunidad y adaptación a
una nueva realidad,
integrados en su filosofía
de vida. El tiempo no lo
cura todo, sin embargo saber
que restituir la
tranquilidad es un proceso
que precisa de un periodo
más o menos dilatado, sirve
para sosegar al doliente.
Psicológicamente hablando,
la Doctora Elisabeth Kubler
Ross, experta en la materia
clasifica en 5 las
diferentes fases del duelo:
Inicialmente
se puede pasar por unos
momentos de
negación
o incredulidad ante
lo ocurrido, para que
los dolientes,
puedan ir asimilando el
acontecimiento y el impacto
que todo ello ocasiona. De
ahí que con frecuencia se
escuchen expresiones de “no
me lo puedo creer” “es como
si viviera un sueño”, debido
a que la mente va procesando
y permitiendo interiorizar y
asimilar esta nueva
información.
La negación nos permite
amortiguar el dolor ante una
noticia inesperada e
impresionante; permite
recobrarse.
Cuando esta
primera fase va tomando su
lugar puede sobrevenir un
periodo de
turbulencias,
en el que se oscila entre
estados de rabia,
indignación, tristeza y en
ocasiones
depresión.
En función de la gestión
emocional que se realice, el
doliente puede ir afrontando
los acontecimientos de
pérdida, ruptura, despido,
muerte, divorcio, etc.
Es una fase difícil, para la
persona y sus familiares por
el carrusel emocional que se
experimenta.
El apoyo y la gestión
realizada en esta fase
tendrán especial relevancia
para poder encarar el
acontecimiento como un
espacio de transformación
personal y confrontación con
la encrucijada que la vida
plantea inexorable.
Debido a que los recuerdos
no desaparecerán, pedir
ayuda tanto médica como
psicológica, apoyarse en
recursos y técnicas que
contribuyan a asimilar lo
sucedido, descansar
adecuadamente, alimentarse
bien, son acciones que
suavizan y ayudan a modular
la intensidad del suceso en
esta delicada fase.
Tras este
periodo de difícil
cuantificación, (cada
persona es sensible a
necesitar un tiempo de
recuperación diferente),
suele sobrevenir un
periodo de pacto o
regateo con
Dios o una Entidad
existencial, en aquellas
personas que no son
creyentes, debido a que
las personas quieren
llegar a un acuerdo para
sobrellevar lo acontecido y
avanzar en el día adía de la
nueva realidad.
No es inusual tener malos
recuerdos o pesadillas. Es
posible que se eviten los
lugares o las personas que
le hagan recordar lo
ocurrido. Podrían tener
problemas para dormir,
comer, concentrarse. Muchas
personas pueden tener
malgenio y enfadarse con
facilidad.
Estas son todas reacciones
normales al estrés.
Puede que de inmediato se
sientan invadidos por
emociones muy intensas, o
por el contrario los cambios
comienzan tiempo después de
que haya acontecido el
suceso causante del estrés.
Este acontecimiento puede
llevar a la persona a
reaccionar ante familiares y
amigos de maneras extrañas.
A veces las personas tardan
cierto tiempo en volver a la
normalidad. Las soluciones
no existen de manera
inmediata, los
psicoterapeutas
(profesionales de la ayuda),
dirigirán su actuación,
hacia algunos de los
siguientes aspectos:
-
Acciones encaminadas
para tratar de continuar
con la rutina normal,
cuestión verdaderamente
importante y delicada al
principio
-
Atención en la ingesta
de alimentos saludables,
es mejor procurar no
saltarse ninguna comida,
y procurar no comer en
exceso.
-
Hacer ejercicio para
mantenerse activo
-
Procurar mantener la
mente ocupada no PRE-
OCUPADA.
-
Aceptar
ayuda de familiares,
amigos, la religión (si
es creyente), potenciar
los hobbies, procurar
hablar de lo ocurrido
con la gente de apoyo
que se tenga. Potenciar
y reforzar las conductas
adecuadas, evitando las
desadaptadas
(aislamiento, soledad).
-
Disminuir o suprimir
rumiaciones y
pensamientos
irracionales o
especulativos, tales
como frases encabezadas
por “si yo hubiera
hecho”.
-
Seguimiento médico y
psicológico, si fuera
necesario
-
Favorecer el revivir el
trauma si fuera
necesario, (intentar
evitar pensar en lo
acontecido no es
aconsejable).
-
Para fortalecer el
bienestar del doliente,
revivir por medio de la
visualización guiada
recuerdos y emociones
positivas, que ayudan a
transitar la pérdida de
manera más sostenible.
-
Darse autoinstrucciones
positivas, representar
papeles de enfrentarse a
situaciones complicadas
que producen ansiedad o
miedo estableciendo
recursos para superar el
momento estresante
-
Detener el pensamiento
cuando se dispara de
manera irracional y
galopante
-
Se trata de
reestructurar
pensamientos
desadaptados, creencias
irracionales, miedos
infundados,
comportamientos en
definitiva que surgen y
nos asustan,
magnificando su
significado y agrandando
los nervios iníciales
que se sienten
percibidos como gigantes
monstruos que no se
pueden afrontar ni
atravesar
-
Uso de técnicas de
relajación para
ayudar a aumentar
la capacidad del
doliente y asumir la
pérdida o acontecimiento
traumático.
-
Respirar de manera
pausada
-
Limitar el tiempo que se
pasa viendo informes de
noticias, viendo
imágenes de lo ocurrido,
sonidos relacionados con
el suceso, etc.
Finalmente y tras la
adecuada gestión del
proceso, se adentra en una
fase de
aceptación, de lo
acontecido.
El duelo se puede acabar, en
cierto sentido, cuando la
persona recupera el interés
por la vida, cuando se
siente más esperanzada,
cuando experimenta
gratificación de nuevo
y se adapta a nuevos
roles, aun sabiendo que lo
acontecido ocupará siempre
un lugar preponderante e
imborrable
El duelo es en principio un
proceso normal que cumple
con una función adaptativa.
Siempre que se tengan
recursos al alcance el
proceso de duelo es más
previsiblemente superable
que cuando el soporte es
escaso y el apoyo social
inexistente.
Una de las cosas básicas que
puede hacer la educación, a
través del asesoramiento
psicológico, es alertar a la
gente del hecho de que el
duelo es un proceso a largo
plazo, y su culminación no
será un estado como el que
tenían antes del mismo. No
se trata de un proceso
lineal. Puede reaparecer y
se tendrá que volver a
trabajar.
Debemos sentir la energía
positiva, con confianza y
optimismo. Nuestra cultura
es la del rendimiento
no la del bienestar. El
bienestar se conquista
escuchándonos,
dándonos cuenta y
preguntándonos cada mañana:
¿Qué voy a hacer hoy
por y para mí?
Esta es una forma de
autoconciencia del cuidado
personal que previene y
pretende evitar males
mayores.
Este tipo de actitud en
definitiva, no es egoísta,
es sin duda alguna,
Inteligencia Emocional.
|
|