LA GESTIÓN DE PÉRDIDAS EN LAS ORGANIZACIONES
Ane Miren Sierra Charola
Técnico de prevención
Área de Actividades Preventivas Mutua
MAZ
Las actividades preventivas centran sus esfuerzos en la reducción de
siniestralidad. Instituciones, recursos y campañas promueven la
concienciación en favor del concepto “siniestralidad cero”. Subyace
a su vez el buen propósito de preservar vidas y que éstas no se vean
modificadas por accidentes que en el peor de los casos pueden llegar
a ser mortales.
Y es de esta cara impactante, poco amable y muy dolorosa de la que
quisiera ocuparme en este artículo
.
¿Cómo se gestionan dentro de las organizaciones, las pérdidas? ¿Se
procede de igual manera según se trate de accidentes laborales
mortales, enfermedades de amplio abanico, sucesos fortuitos como
infartos, suicidios, etc?
Como experiencia universal que todo ser humano está predestinado a
vivir, los duelos o la gestión de pérdidas, la imaginamos asociada
al apartado personal y cuando acontece alrededor del ámbito laboral,
la duda y desorientación hacia su abordaje suele obtener como
respuesta un silencio y un “vamos a dejar que pase el tiempo”, “
mejor no vamos a poner el dedo en la herida”, como si sólo por no
ocuparse de ello, las cosas pudieran volver a la normalidad, y esta
fuera la única manera de abordaje adecuada.
Existen evidencias de que realizar una adecuada gestión de
acompañamiento a las personas trabajadoras que afrontan situaciones
de pérdida o trauma, dentro del ámbito laboral, de manera temprana,
reduce los síntomas y trastornos que de otra manera suelen
cronificarse, provocando una incapacitación para la vida y las
relaciones, ocasionando bajas, mayor número de visitas a los médicos
de atención primaria, y un mayor consumo farmacológico asociado a la
sintomatología relatada.
Trabajamos en relación, y sin querer construimos vínculos también
dentro del ámbito laboral. Asistir a un funeral, es sólo una parte
breve de expresión de dolor. La muerte, sin querer obliga a realizar
un contacto con la vulnerabilidad, con la fragilidad de la seguridad
en la que construimos el entorno de trabajo. Todo se tambalea y
requiere una mirada compasiva, permisiva, también desde dentro de
las organizaciones, para no enquistar de manera invalidante con
aportaciones nacidas desde la buena voluntad como “no le des más
vueltas, “no pienses en ello”, “todo pasará”, que generan en los
dolientes la sensación de desautorización por vivir y experimentar
un cúmulo innombrable de pensamientos, sensaciones y sentimientos
abrumadores.
Realizar talleres de gestión de pérdidas, o de duelo donde se puede
compartir, donde se pone palabras al dolor más allá de la expresión
verbal y emocional, legitima las pérdidas de vidas humanas de los
compañeros. Constituye un soporte validado desde la propia
organización para legitimar un sufrimiento que no tiene reparación
física. Significa gestionar y elaborar emocionalmente el legado que
perdurará y permanecerá, de la figura que ha partido, más allá del
entendimiento, porque este tipo de talleres, no reparan o solucionan
el valor de una vida vivida.
El efecto de realizar una adecuada gestión de pérdidas dentro del
entorno laboral, va más allá de realizar un trabajo de testimonio
hacia los dolientes que permanecen alrededor de la pérdida. Honrar a
los que han formado parte de las organizaciones, darles su lugar, y
aprender de sus vidas y testimonios vividos a través de los
compañeros, es todo un trabajo que restituye y da valor y algún
sentido al sinsentido de las pérdidas. Permite legitimar los asuntos
no solo de la vida, sino igualar los temas de dolor y muerte como
aspectos que forman parte del vivir de toda organización. Significa
ganar madurez y humanizar en mayúsculas a protagonistas silenciosos,
haciéndolos presentes para siempre, a través de símbolos, acciones
de mejora dedicadas en su nombre, perdurando para siempre gracias a
una buena mirada, nacida del dolor transformado en creación.
Aunque pudiera parecer poco sensible para algunos, realizar un
abordaje de elaboración de pérdidas dentro de las organizaciones, es
dar un apoyo integral, donde arriba y abajo se igualan, porque el
valor de una vida y como sea ésta tratada significará un antes y un
después para el devenir de la propia organización.
El miedo suele ser un elemento invisible que paraliza en múltiples
ocasiones abordajes laborales para gestionar pérdidas.
Más allá de los aspectos legales y administrativos, la biografía
empresarial necesita normalizar y tratar los asuntos dolosos con
sensibilidad sentida y vivida, no tanto en nombre de la
responsabilidad social corporativa, ni de la producción, o cualquier
otro criterio argumentativo empresarial. Integrar el aspecto
inmaterial de connotación afectiva, es un aspecto silencioso que
vincula la solvencia de empresas y organizaciones. Una aparente
ceguera que elude su abordaje por desconocimiento en el mayor de los
casos del valor asistencial y preventivo, puede inclinar también las
balanzas de pérdidas y ganancias económicas, a medio y largo plazo
de las empresas donde no se gestionan estos aspectos intangibles.
La empresa es como un ser vivo y como tal es un ser que siente y se
resiente. La vinculación de todo lo concerniente a asuntos
acontecidos entre cielo y tierra en definitiva también necesita de
una gestión atenta. Establecer un contacto normalizado con esta otra
parte natural del ciclo vital, integra lo que por dolor se niega, se
aparta o ignora.