La
utilización indiscriminada y
simultánea de ordenadores
portátiles, PDAs, tabletas,
móviles, navegar por
internet, celebración de
videoconferencias, programas
que avisan cada vez que
entra un mensaje en el
ordenador, teletrabajo,
televisión digital,
buscapersonas, uso de redes
sociales a nivel personal
como profesional, fax y
otros dispositivos, permiten
realizar varias tareas al
tiempo durante buena parte
del día, conocido como
multitareas.
El
psiquiatra estadounidense
Craig Brod, fue el primer
profesional que acuñó el
término Tecnoestrés,
definiéndolo como una
enfermedad de adaptación
causada por la falta de
habilidad para tratar con
las nuevas tecnologías del
ordenador de forma sana. El
flujo incesante de
información que proporciona
la tecnología, obliga a las
personas a realizar procesos
de síntesis y resumen de
manera ágil, lo que
contribuye al agotamiento
mental.
En
realidad mas que tratarse de
una enfermedad, sería mas
exacto definirlo como un
desajuste de valoración,
entre las exigencias y los
recursos que las
tecnologías de la
información y comunicación
(TIC) requieren de aquellas
personas que desarrollan una
actitud negativa y pesimista
vinculada con los
dispositivos tecnológicos y
como consecuencia les
desencadena todo tipo de
reacciones fisiológicas nada
placenteras observadas a
nivel corporal. (Salanova,
2003)
Aspectos de determinante
importancia a nivel
organizacional, están
relacionados con las
exigencias que éstos
sistemas crean: mayor nivel
de atención, mayor
complejidad o dificultad de
las tareas, trabajo más
monótono, ritmos de trabajo,
posible pérdida de
información, imposibilidad
de captura de datos o su
tratamiento, y el tiempo de
exposición a este tipo de
entornos tanto dentro como
fuera de la jornada
laboral.
Una
mala implementación de TICs
puede deteriorar las
relaciones interpersonales,
el contenido de las tareas,
influyendo en las
condiciones de trabajo, el
rendimiento laboral y
afectando la salud e
inclusive al clima y futuro
de la organización.
Se
entiende por demanda laboral
el uso de sistemas y/o
herramientas tecnológicos de
información y comunicación,
que ocasionan un esfuerzo
mental para realizar la
actividad y una adaptación
personal que permita poner
en práctica nuevos métodos
de trabajo.
Existe toda una serie de
dolencias asociadas al uso
intensivo de aparatos
electrónicos e informáticos,
tales como dolores continuos
de espalda y zona lumbar,
dolor de cuello, brazos
pesados y hombros rígidos,
problemas cervicales,
problemas de visión, perdida
de lagrimeo y/o picor, dolor
de estómago producido por
ansiedad o estrés, que cada
vez más son referidos por
los trabajadores en las
consultas asistenciales.
Estrategias de intervención
efectivas, pasan por poner
al alcance del trabajador
superado por la incapacidad
de afrontar con solvencia
las exigencias laborales, de
una formación específica
adecuada de calidad, que
midan la autoeficacia de la
propia acción formativa y de
una adecuada redefinición de
aquellas creencias
individuales limitadoras que
en muchos casos sirven de
freno al abordaje de nuevos
aprendizajes y que como
consecuencia generan una
respuesta biológica de
verdadero y profundo
malestar.
A su
vez este tipo de estrategias
sirven para suavizar e
incluso minimizar las
resistencias de los
trabajadores y el fomento de
actitudes escépticas de
eficacia asociadas a su
implementación y uso,
disminuyendo las creencias
de rechazo y fatiga que
pueden generar por
desconocimiento de
beneficios y agilidad que
una vez aprendidos pueden
reportar las TIC.
Cierto
es que en función de los
recursos personales propios
de cada trabajador, sus
habilidades técnicas, su
grado de formación sobre
estas nuevas formas de
trabajo, sus ganas por
aprender, su nivel de
relaciones interpersonales,
se podrá afrontar con mejor
o más óptimos resultados el
abordaje de la adaptación
exitosa a los nuevos
sistemas de trabajo.
Si el
protagonismo en la
implementación de nuevos
sistemas no incluye al
trabajador y a su
percepción, si se
concede el protagonismo a
los sistemas informáticos
y/o tecnológicos, se
sufrirán más nociva y
perniciosamente los
efectos estresores de las
TIC.
La
comunicación interpersonal
puede tener un efecto
amortiguador sobre las
consecuencias negativas que
un entorno de trabajo
estresante genera en los
sistemas de trabajo de los
trabajadores.
Todo
ello puede contribuir a
mejorar nuestra calidad de
vida, a poner límite y
separación entre las
distintas facetas y ámbitos
de nuestra vida, a
ralentizar la velocidad con
que se actúa en una sociedad
cada vez más veloz, que
imprime unos ritmos que el
propio organismo es incapaz
de asimilar y lo muestra de
la única manera que sabe
somatizando y protestando a
través del agotamiento,
irritación y malestar
psicológicos.
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Consejos útiles para
contribuir a
fomentar una
adecuada interacción
con estos elementos
apuntan a:
-
Poder
descansar
durante 10
minutos cada
hora de tarea
que se pasa
frente al
ordenador, para
descansar la
mente, tomar
oxígeno y
liberar los
ojos.
-
Es
interesante
limitar el
tiempo dedicado
a Internet en la
medida que se
pueda a un
periodo
determinado al
día.
-
Tratar
de no realizar
otras
actividades
cuando se está
frente al
ordenador tales
como comer,
beber, hablar
por teléfono,
fumar.
-
Adoptar
una postura
adecuada ante el
ordenador y
saber
desconectarse a
tiempo.
-
Dedicar
momentos de la
jornada laboral
a escribir a
mano.
-
Abstenerse de
tener en marcha
varias tareas
abiertas en el
monitor.
-
Reforzar la
relación cara a
cara con los
colaboradores.
-
Mantener las
vías
tradicionales de
comunicación y
trabajo.
-
Poner
límites a
nuestra conexión
con las TIC,
estableciendo
“siestas
digitales”
entendidas como
periodos libres
de nuevas
tecnologías.
-
Buscar aficiones
alejadas del
ordenador.
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